Lograr una buena rentabilización en los negocios no solo depende del producto o servicio en el cual invertimos. Rentabilizar e invertir no es solo colocar el dinero sobre la mesa y esperar que se dé vuelta la carta, esperando que salga un As o carta alta.
Para lograr los objetivos hay que planificar ya que debido a la planificación las ideas se concretan. Las variables que entran en juego son demasiadas como para contabilizarlas, desde el desempeño de cada empleado, su capacitación, el desarrollo de los productos, los gastos, y otros pero todos influyen en tiempo y forma.
Para que funcione todo adecuadamente es necesario realizar un proceso de planificación. En ocasiones se planifica en términos demasiados ambiguos como por ejemplo: “Hay que aumentar la rentabilidad” o “aumentemos el volumen de ventas”.
Términos que si analizamos detenidamente no refieren a planificaciones sino a los objetivos en sí. De nada sirve pensar que “intensificar el esfuerzo” puede ser una planificación; ¿Cuáles serían los logros? ¿Cuáles los procesos? ¿Sería a corto o largo plazo?
Por ejemplo: un objetivo en concreto sería, “Debemos bajar el margen de compras de piezas de 5.2 millones a 1.5 millones o deberíamos aumentar la rentabilidad en un 17% de ventas según este proyecto”.
Hablar en estos términos si es planificar el futuro de toda empresa sea multinacional o unipersonal, por grande o pequeña que sea la planificación trae aparejada una mejor rentabilización ya que nos adelantamos a los acontecimientos posibles y seguimos un claro plan de procesos a cumplir.
Es innegable que no planificar lleva directamente al fracaso, porque hoy en día el mundo se encuentra en una era muy competitiva, anualmente se crean nuevas empresas y algunas no superarán el año. Existen muchas razones por las cuales no llegan a funcionar y la más común es no planificar por objetivos. Por ello debe seguir algunos principios fundamentales: entender que no existe la suerte dentro de los negocios, definir la misión transparente y transmitirla, entre otros.
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