Desde que somos pequeños, sobre todo a los niños, nos ha encantado jugar a indios y vaqueros o a soldados de ejércitos opuestos, emulando las atrocidades que se cometen en las acciones bélicas, pero que la inocencia de la edad nos impide ver.
Con el paso de los años, a medida que vamos llegando a la edad adulta, nos resistimos a permitir que la fascinación por las armas nos haga cometer alguna barbaridad. Pero a muchos les sigue pareciendo algo asombroso y le gustaría poder seguir jugando a la guerra, si no fuera por los daños que se causan a las personas.
Para quitarse un poco el “gusanillo”, algunos hacen de la práctica de la caza su deporte favorito, pero otros siguen sin querer hacer daño ni siquiera a un animal, por lo que incluso algunos han buscado alternativas.
Hace algunos años, una pareja de amigos desarrollaron un sistema de competición mediante el cual se daban caza uno al otro, y con este sistema llegó lo que hoy conocemos como paintball.
Algunas de las modalidades de esta actividad están consideradas como un deporte y hasta se realizan competiciones a nivel regional, nacional y mundial, con una gran cantidad de aficionados a la realización de dicha actividad o simplemente a la observación.
Este deporte tiene verdaderos ejércitos de seguidores, algunos de ellos incluso se dedican a su práctica de forma profesional, en los que actúan como comandos reales bajo las órdenes de un capitán experimentado que los dirige como si fuera un militar de carrera. La ventaja es que no es necesario matar a nadie para conseguir el aumento de la adrenalina que genera la sensación de disparar. Aunque nunca está de más recordar que esto es solo un juego y que existe una delgada línea entre la realidad y la ficción.