Obra de teatro, El sueño de una noche de verano

 

Un Shakespeare divertido para nosotros y para los que montan un espectáculo diferente, digerible y con intensidad.

Si algo tiene esta obra, es que sin alterar su esencia se puede trasladar la trama al presente, adaptando la acción, omitir partes, etc. Todo para llevar el teatro a los que no se suelen acercar al él, para captar nuevos espectadores acostumbrados a montajes de otro nivel o estilo y necesitados de algo nuevo y divertido.

Se pueden alterar los personajes, modernizar el lenguaje y evitar la parte clásica y acudir a circunstancias más cercanas, pero de fondo el relato del dramaturgo inglés que se parece a nuestra Noche de San Juan, cambiar el bosque por una playa, que tiene su punto.

De lo que se trata es de convertir a los personajes de manera que resulten curiosos, pero eso sí, guardando la lógica: hijas sometidas al deseo de sus padres y casadas por compromiso todo esto aplicado con mucho arte. La música contribuye a contar la misma historia de otra forma, a partir de la fusión de Goran Bregovic –el compositor favorito del cineasta- y por ejemplo el flamenco con sello Ketama, perdón, Carmona.

Pocas obras son tan completas, mucho humor con un pequeño toque de tragedia, juegos paralelos, trasfondo mitológico, que permiten un alto grado de lucimiento para sus intérpretes, miren el divertido duelo entre Nur Al Levi y Claudia Giráldez, amadas y repudiadas. El reparto resulta uniforme y consigue atraernos, en cuanto al texto, la sensación de que el tándem formado por Tamzín Townsend y Antonio Carmona, supuesto padre de la criatura, hubiera acertado en la puesta en escena del relato de Píramo y Tisbe.

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