La manifestación más visible de la actividad financiera es la reconfiguración de la cartera de negocios, actividad que se delega al “consejero delegado” en la mayoría de las franquicias y empresas actuales.
La mayoría de las organizaciones emprenden grandes programas donde diversifican las actividades organizacionales y que tengan que ver con producción y marketing.
¿Qué motivos hay para una reconfiguración o reestructuración?
En la mayoría de los casos la reconfiguración de una cartera se basa en la valoración de una nueva entidad que le dé significado a las operaciones; la base y el valor de la afinidad entre distintos negocios de una misma cartera a menudo trae aparejado un nuevo concepto de gestión estratégico pero esto ya no se considera como un hecho objetivo sino como el resultado en sí, que en realidad es parte del sujeto, del pensamiento gerencial.
En resumen es la toma de decisiones de la dirección con respecto al tipo de lógica de creación al que se desea llegar.
Veamos un ejemplo:
Un estudio realizado en 1974 por Richard Rumlet dio como resultado que las organizaciones dependían de una diversificación organizativa que sirve como fundamento para un gran cuerpo de investigaciones sobre la diversificación y el rendimiento que se desarrolló en los últimos 25 años en la industria.
Rumelt postuló que se establecían cuatro clasificaciones de empresas con varios negocios: afines, afines vinculadas, afines obligadas y no afines conglomeradas.
Selección del negocio: Es una de las piedras angulares de la estrategia de algunas empresas que solo se dedican a escoger los negocios en situación de liderazgo o con grandes posibilidades de alcanzarlo.
Tras esta lógica se subyacen otros supuestos expresados con menos contundencia pero entendido en reducir costes de manera implacable y de esa forma evitar negocios sujetos a una interna competencia extranjera.
Para que entendamos, la selección del negocio también debe basarse en la consolidación del sector.
Los sectores muy fragmentados debido al elevado número de pequeñas empresas acostumbran a caracterizar un bajo nivel de habilidades de gestión, la poca inversión en tecnologías y la incapacidad para capturar un valor en escala que puede resultar en un “problema invisible” entre los interesados.