El sacerdote en el lugar de confesión, es decir en el confesionario, es a la vez un padre, un maestro, un juez facultado por la fe católica, y un médico para curar el alma de nuestros pecados. Tanto más cuesta al pecador confesarse, más debe el confesor alentarlo a través de la indulgencia, debiendo evitar toda señal y muestra de reprobación o impaciencia.
Los distintos roles del sacerdote en la confesión
Como maestro, el sacerdote confesor debe tener la claridad para resolver los casos que se presentan como confesión, instruyendo al penitente y enseñando las verdades necesarias para la salvación de su alma. Siendo además médico de las almas, el sacerdote debe entender las causas de las enfermedades espirituales del pecador, aplicando la penitencia que cure su alma y para prevenir que reincida en el pecado.
El sacerdote confesor tiene dos deberes luego de la confesión, una vez fuera del santo tribunal del confesionario: uno es que debe reparar los errores que haya cometido durante el acto de confesión, y el otro deber es guardar en secreto lo recibido como confesión.
El deber del confesado
Por su parte, el pecador o quien confiesa sus pecados al sacerdote, debe tener presente que si algún pecado fue olvidado de confesar, deberá contarlo al sacerdote en la próxima confesión, porque Dios siempre está presto para perdonar nuestras malas acciones.
Si se te hace difícil confesarte, o hablar de tus cosas íntimas con el sacerdote, debes tener siempre presente que aun siendo un hombre a quien se lo estás contando, realmente es al mismo Jesús a quien le estas diciendo tus pecados, porque el sacerdote tiene el poder de perdonar tus pecados en el nombre de Jesús. No es el sacerdote confesor quien te perdona, es Jesús quien lo hace a través del sacramento de la confesión o reconciliación con Dios Padre.