Las emociones fuertes y su impacto en el feto

Todo lo que la madre siente, puede afectar al niño en su vientre, desde alegría o tristeza.
Es de suponer que, se tenga casi que por sentado que esto se debe a que cada emoción que experimenta el ser humano, corresponde a la segregación de una hormona o un neurotransmisor, alguna endorfina o sustancia en su organismo, la madre por supuesto, no está exenta de esto, sino que, por el contrario, está mucho más propensa a estos ligeros cambios en la química de su cuerpo, y con mayor razón, el feto que está creciendo directamente dependiente de esta, unido por la placenta y el cordón umbilical. Pero no es realmente así. Veamos el por qué:
Aunque la placenta es una especie de filtro que protege al feto de todo lo que el cuerpo de la madre le transfiere a través del cordón umbilical, las sustancias orgánicas propias de la bioquímica corporal, no tienen que ser filtradas por esta maravillosa esponja que evita contaminar al feto con impurezas de la sangre y además le almacena oxígeno y otros nutrientes hasta que pasan a este por el cordón umbilical. Pero, no existen otras conexiones que puedan suponer un riesgo para el bebé por las emociones que experimente la madre, no hay interfaz neurológica entre ambos, excepto la conexión del cordón y la placenta.
Entonces, ¿por qué es posible que el estado psicológico pueda causar algún efecto en el desarrollo del feto?

La respuesta es más que simple: durante los episodios de estrés psicológico, el organismo disminuye o hasta pierde la capacidad de operar correcta y completamente, en particular, el sistema inmunológico, dando paso a posibles infecciones, fallas de sus sistemas de defensa y es ahí donde puede peligrar la vida del feto.
Vía Ginefiv
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