Una carta de amor

Una carta de amor

Desde la aparición de las nuevas tecnologías, las cartas de amor, y en general el género epistolar al completo, se encuentra de capa caída. Día a día, descienden en todo el mundo el número de cartas que un particular envía a otro, aunque, curiosamente, no sucede lo mismo con el número total de cartas enviadas, que aumenta sin parar, pero en este caso se debe al vertiginoso aumento de cartas de carácter comercial. Como aficionado al género epistolar que soy desde joven, este hecho me da más lástima de lo que podáis imaginar. Por eso me he decidido a dar un voto a favor de las cartas e intentar que se recupere, al menos un mínimo, de la afición a este tipo de escritura.

Comencemos pues por señalar dos de las principales ventajas de las cartas de amor, y de las cartas en general, en comparación con otras formas de comunicación disponibles hoy en día. Si las comparamos con la comunicación digital típica, ya sea a través de mensajes de texto o mensajería instantánea, está claro que existe una diferencia fundamental entre las cartas de amor y este tipo de comunicación, que no es otra cosa que la espera. Desde luego, no tiene nada que ver esperar días a la llegada de una nueva carta, venida de vaya usted a saber dónde, que tener la posibilidad de comunicarse de forma casi directa con nuestro amor o con cualquier conocido que se nos antoje. No quiero decir con ello que sea mejor una cosa que la otra porque tales comparaciones carecen por completo de sentido, pero lo cierto es que no hay nada comparable a la emoción que se siente cuando se recibe una carta tras haber estado esperándola durante días, e incluso semanas.

Otra de las numerosas ventajas de las cartas de amor es el carácter personal e íntimo que las rodea. No importa realmente en exceso si la carta en cuestión ha sido redactada a mano o a máquina, ya que siempre guardará ese aire personal, único e intransferible, que le confiere la redacción propia del género epistolar, con sus cuidadas formas y su presentación estándar. ¿Alguien se atreve a dudar acaso de que la simple presentación de una carta nos dice ya mucho de quien la ha redactado? Honestamente, se me ocurren pocas cosas más personales y significativas que la redacción propia de las cartas de amor.

Aunque existen muchos otros elementos que merecería la pena resaltar como características específicas y virtudes de las cartas, dejaremos nuestra alabanza hacia las cartas de amorpara otro artículo posterior.

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