Lecturas ligeras

 Los libros son como la comida. Hay lecturas rápidas, algunas un poco más elaboradas y otras constituyen un verdadero banquete con el que uno se debe tomar su tiempo para saborear y disfrutar.
Lecturas obligadas como los grandes clásicos de la literatura universal son algunas veces demasiado si lo único que queremos es pasar un rato entretenido sin tener que analizar lo que el autor de determinada obra quiso dar a entender al escribir un libro de más de cuatrocientas páginas. Para esos casos podríamos optar por adquirir algún libro sencillo que se limite a darnos hecho todo el trabajo, contando solamente una historia en la que no sea necesario buscar un mensaje o moraleja con la que el escritor quería que nos quedáramos.
Podríamos llamar a este tipo de libros fizzy book, o libros gaseosos, por sus características de ligereza que nos hacen llevadero un rato de relajación en el que no buscamos otra cosa sino leer algunas letras con las que entretenernos sin ambiciones.
Podemos compararlo a cuando queremos comer pero no tenemos suficiente tiempo para sentarnos a la mesa y dedicar mucho tiempo, y buscamos como opción un local de comida rápida o prepararnos un bocadillo. En unos minutos tenemos preparada la comida, en otros pocos comemos y en unos quince o veinte minutos hemos comido.
Si bien es cierto que abusar de este tipo de comida no es aconsejable, sí podemos darnos de vez en cuando el capricho. Con los libros podemos hacer lo mismo. Aunque lo más apropiado es utilizar los ratos que tengamos libres para aprovechar la oportunidad de aumentar nuestra cultura y capacidad de razonar y llegar a conclusiones, a veces no está de más cubrir esos pequeños huecos con el simple acto de abrir un fizzy book y leer por leer, sin ambiciones.

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